¿Qué fue del metaverso? » Enrique Dans
La caída en desgracia del metaverso, hasta el punto de que ahora incluso Meta lo está enterrando, dejando de hablar del tema y dedicándose a echar gente y a jurar que su futuro depende de la eficiencia y de la inteligencia artificial, deja claro lo que ocurre en una industria demasiado acostumbrada a obsesionarse con las tendencias y a sustituir unas con otras en una cascada permanente.
La realidad es que la idea de ponernos un incómodo dispositivo delante de los ojos, perder todo contacto con la realidad que nos rodea y dedicarnos a movernos en una especie de universo virtual paralelo distaba mucho de estar madura más allá de para algunos usos como los videojuegos. Algunas de esas cosas son simplemente temporales: resulta evidente que el avance de la tecnología nos dejará dispositivos mucho mejores, más cómodos y menos aparatosos o pesados en no demasiado tiempo, como lo está también el que siempre habrá formas de disfrutar de ese tipo de escenarios sin necesidad de recurrir a ellos.
Pero claramente, la idea de que una compañía monopolice el metaverso y lo convierta en una plataforma en la que pone las reglas ha muerto completamente: el metaverso, cuando sea que venga, será descentralizado, un conjunto de protocolos basados en código abierto y criptografía que será, como tal seguramente inevitable independientemente de lo que le ocurra a Meta, y mucho más que un simple término de moda. Los entornos tridimensionales inmersivos ofrecen enormes posibilidades para la innovación, mucho más allá de la limitada visión de quienes creían que algo así se refería únicamente al marketing, al branding o a la publicidad.
El metaverso, en principio, sigue estando dentro de los escenarios de futuro, y solo los muy limitados dicen eso de «ya decía yo que no iba a funcionar». Simplemente, hay que asumir que la propuesta de Meta fue una distracción, una huída hacia adelante de una compañía que creyó encontrar ahí su posibilidad de reinventar su modelo en base a una plataforma propia, pero que trató de construir un Second Life o unos Sims y de cobijarlos bajo un paraguas de ingentes recursos económicos. Ahora, tras el evidente fallo de su estrategia, tratará de convencernos de que sigue siendo una compañía tecnológica relevante, reducirá su tamaño para intentar que le cuadren las cuentas con un modelo publicitario algo más restringido por las reglas que le imponen desde otras plataformas, e intentará poner el machine learning a trabajar para seguir administrando publicidad de una manera en la que la mayoría de sus usuarios odian, pero que no deja de ser una droga dura que la inmensa mayoría de los directores de marketing necesitan pincharse para vivir y para justificar su existencia.
A rey muerto, rey puesto. Cada vez se habla menos del metaverso y más de los algoritmos de machine learning, otra moda que tendrá de bueno precisamente que se hable del tema, y de malo que algunos crean que todo en machine learning, un campo prácticamente ilimitado y con inmensas posibilidades, se reduce a los Large Language Models y al desarrollo de chatbots más o menos afortunados o más o menos alucinados. Ahora, nos disponemos a ver infinidad de modelos de muchísimas compañías tratando de vendernos sus excelencias. Pronto, pasaremos de ahí a la fase de «constrúyaselo usted mismo», y empezaremos a entender que no estamos hablando de «máquinas que piensan» ni de «inteligencia», sino de procedimientos estadísticos más o menos sofisticados que parten de muchísimas variables y que pueden ser utilizados para muchísimas más cosas que simplemente conversar con nosotros.
Pero así es la tecnología y así funciona la innovación – aunque hagan falta muchos años para llegar a entenderlo…
This article is also available in English on my Medium page, «The metaverse: it’s still out there, somewhere…»