La situación insostenible del comercio autónomo en España: causas, cifras y retos
El colectivo autónomo que regenta comercios ha lanzado la voz de alarma frente a la delicada situación que está viviendo el comercio minorista e inclusive ha llegado a catalogar la situación como insostenible. Simultáneamente ha solicitado a la banca que nuevamente abra el grifo de la financiación, con el fin de garantizar liquidez mínima para poder mantener actividades que, en muchos casos, se encuentran al límite de su viabilidad.
Todas las asociaciones de autónomos coinciden con que los datos que se vienen publicando sobre el descenso de las ventas del comercio minorista son preocupantes, ya que se acumulan largos periodos con caídas continuadas. Camilo Abiétar, presidente de la Federación de Organizaciones de Profesionales Autónomos, ha pedido a los bancos que pongan de su parte para que vuelva a haber circulante suficiente que permita reactivar el consumo y aliviar la asfixia financiera de los pequeños negocios.
Los factores que se suman a la mala situación del comercio en España son muchos más que la falta de financiación: morosidad, competencia desleal y subida del IVA, además de una presión fiscal creciente y unos costes fijos en continuo aumento. Cuando esos problemas se solucionen también saldrá del obligado impasse la situación del comercio en nuestro país, pero mientras tanto el escenario actual se percibe como una tormenta perfecta para el comercio de proximidad.
Desde la UPTA, otra de las federaciones de autónomos, se subraya la crisis que vive el modelo de los grandes centros comerciales que también han tenido que claudicar como resultado de la depresión de la economía y del consumo. Otro de los problemas para la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos es que la liberación de horarios en las grandes superficies comerciales no ha logrado parar ni la caída del consumo ni la destrucción de empleo en el sector, generando una sensación de desprotección competitiva entre los pequeños comerciantes.
Por otro lado, y desde la UTAE, José María Landaburu ha exhortado al gobierno a tomar medidas que puedan paliar la subida del IVA, que en pocos años ha pasado de niveles intermedios a tipos más elevados. Desde esa organización de autónomos se considera que solo será el flujo de crédito estable y accesible lo que pueda hacer que empresas y familias vuelvan a consumir con normalidad.
Más información: Comercio minorista en autónomos con 33 meses consecutivos en descenso.
Fuente: Europa Press | Imagen: epSos
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Un sector al límite: caen los autónomos del comercio
En los últimos tiempos, el colectivo de trabajadores por cuenta propia atraviesa un escenario especialmente delicado. Según distintas asociaciones como ATA, UPTA o UTAE, cada día dejan la actividad decenas de autónomos del comercio, lo que en cómputos anuales supone miles de cierres de pequeños negocios. La caída de afiliados se concentra sobre todo en comercios de barrio, hostelería y pequeños negocios de construcción, que soportan una combinación de altos costes, baja rentabilidad y menor capacidad de adaptación frente a grandes plataformas.
ATA ha llegado a cuantificar que el país ha llegado a registrar medias cercanas a 1.000 bajas diarias de autónomos en determinados periodos, una cifra que ilustra la dimensión del problema. Aunque no todas esas bajas proceden del comercio, sí se confirma que el sector comercial es uno de los que más afiliados pierde de forma recurrente, acumulando una década de retrocesos en muchas zonas.
Este fenómeno no solo preocupa a los autónomos afectados, sino que también plantea dudas sobre la sostenibilidad del modelo de autoempleo en España. Mientras el número total de afiliados al Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) puede seguir creciendo de forma global gracias a actividades profesionales, digitales o sin local físico, el comercio tradicional vive lo que muchos definen como una “lenta agonía”.
Las cifras que manejan las asociaciones señalan que el pequeño comercio ha perdido decenas de miles de autónomos en los últimos años. Peluquerías, pescaderías, panaderías, fruterías o carnicerías van desapareciendo del paisaje urbano, sustituidas por locales vacíos o por negocios de grandes cadenas y plataformas que concentran cada vez más cuota de mercado.
La afiliación total a la Seguridad Social puede batir récords y el empleo asalariado ganar en estabilidad, pero al mismo tiempo el tejido autónomo del comercio sigue encogiendo. De este modo, coexisten unos titulares optimistas sobre el empleo con una cara B muy preocupante para el comercio minorista y para la cohesión social de barrios y municipios.
Desafíos económicos, presión fiscal y costes crecientes
Los autónomos del comercio, la hostelería, la construcción y otros sectores tradicionales sufren un desgaste sin precedentes. La inflación, el encarecimiento de la energía y la subida generalizada de costes operativos han reducido al mínimo los márgenes. A esto se suma una carga fiscal y de cotización elevada a la Seguridad Social, que muchos autónomos deben asumir incluso en momentos de bajos ingresos.
Las organizaciones de autónomos denuncian que el sistema de cotización por tramos, concebido para adaptar las cuotas a los ingresos reales, se percibe en la práctica como un modelo demasiado rígido y poco flexible. Muchos profesionales con ingresos irregulares o reducidos siguen sintiendo que la cuota mínima es una losa que les empuja a abandonar la actividad cuando encadenan meses flojos.
Además, el comercio tradicional afronta otros costes fijos críticos: alquileres crecientes en las grandes ciudades, suministros básicos como luz o agua en máximos históricos, seguros, mantenimiento de locales y gastos laborales asociados a las subidas del salario mínimo interprofesional. Para negocios con uno o dos empleados, estas cargas suponen, en muchos casos, la frontera entre seguir abiertos o bajar la persiana.
El impacto de la morosidad, tanto privada como en algunos casos vinculada a administraciones, también se deja notar con fuerza. Cobros que se retrasan durante meses ahogan la tesorería de negocios que ya funcionan con un flujo de caja muy ajustado. A falta de financiación ágil y accesible, muchos autónomos recurren a créditos en condiciones poco ventajosas o directamente renuncian a continuar.
En paralelo, la competencia desleal, la venta informal o el auge de plataformas que pueden ajustar precios gracias a su escala, dejan al pequeño comerciante en una posición frágil. La diferencia de poder de negociación con proveedores y arrendadores hace que las subidas de costes impacten de forma mucho más intensa en el comercio de proximidad que en las grandes corporaciones.
Más allá de los números, el día a día del autónomo del comercio está marcado por una burocracia asfixiante. Según cálculos de ATA, un trabajador por cuenta propia puede destinar alrededor de 200 horas al año únicamente a trámites con las administraciones: declaraciones de impuestos, gestiones laborales, Seguridad Social, licencias, subvenciones o notificaciones electrónicas.
Esta carga administrativa supone no solo una pérdida de tiempo productivo, sino también un coste económico directo muy elevado. Si se valoran esas horas a un coste medio, las asociaciones estiman que la burocracia puede representar miles de euros anuales por autónomo y, en términos agregados, varios miles de millones de euros para el conjunto del colectivo. Además, para casi un millón de autónomos con empleados a su cargo, las obligaciones normativas se multiplican y la complejidad se dispara.
La falta de una protección social equiparable a la de los asalariados refuerza la sensación de vulnerabilidad. Prestaciones por desempleo (cese de actividad) difíciles de conseguir, bajas por enfermedad con coberturas limitadas y pensiones habitualmente más bajas debido a cotizaciones ajustadas al mínimo son algunos de los problemas estructurales que se señalan desde las organizaciones de autónomos.
En este contexto, se extiende la percepción de que el autoempleo en España, lejos de ser una opción atractiva y estable, se ha convertido para muchos en una salida de necesidad sometida a una gran inestabilidad. Las asociaciones reclaman reformas estructurales que simplifiquen la burocracia, reduzcan las cargas y adapten las cotizaciones de forma más realista a la capacidad económica de cada autónomo.
Paralelamente, la experiencia comparada con otros países europeos muestra que existen modelos más flexibles y protectores. En lugares como Italia o Alemania, se han implantado sistemas que reducen las cuotas cuando los ingresos bajan o en fases de crisis económica, junto con políticas que fomentan la digitalización y la modernización del comercio, algo que en España sigue avanzando de forma desigual y lenta.
Sectores y territorios más afectados: comercio, hostelería y España vaciada
El declive de autónomos es especialmente intenso en tres grandes ámbitos: comercio, hostelería y construcción. En el comercio, el consumo reducido, la competencia de grandes plataformas digitales y los cambios en los hábitos de compra dificultan la supervivencia de los negocios de barrio. La hostelería sufre además la estacionalidad de la demanda, la subida de precios de alimentos y bebidas y una fuerte presión regulatoria y fiscal.
En la construcción, el incremento de los precios de los materiales y la dificultad para acceder a financiación han llevado a muchos pequeños constructores y autónomos de reformas a abandonar el sector. Este proceso provoca una concentración creciente de la actividad en manos de empresas de mayor tamaño, con más capacidad para soportar periodos de incertidumbre.
A nivel territorial, las asociaciones advierten de que varias comunidades autónomas llevan varios años consecutivos perdiendo autónomos, especialmente en áreas rurales donde el autoempleo tiene un peso determinante. En estas zonas, la desaparición del comercio local no solo implica una pérdida económica, sino también una pérdida de servicios esenciales: tiendas de alimentación, ferreterías, farmacias, bares o pequeños talleres.
Cuando cierran estos negocios, los vecinos deben desplazarse a otras localidades para compras básicas y gestiones cotidianas. ATA y otras organizaciones resumen esta realidad con una frase contundente: “cuando se pierden autónomos, se pierde vida en los pueblos”. El vaciamiento comercial acelera la despoblación y rompe la cohesión social de muchos municipios.
Frente a esta realidad, las propuestas de las asociaciones incluyen medidas específicas para el entorno rural: incentivos al relevo generacional, apoyo a la instalación de nuevos comercios de proximidad, bonificaciones fiscales y simplificación de licencias para actividades esenciales. Sin un impulso decidido, advierten, el cierre de pequeños comercios seguirá borrando del mapa una parte fundamental del tejido económico y social español.
Todo este contexto de presión fiscal, costes al alza, burocracia y cambios en el consumo explica por qué cada vez más autónomos del comercio hablan abiertamente de situación insostenible. La supervivencia del comercio de proximidad, clave para la economía y la vida de barrios y pueblos, depende de que las reformas, la financiación y el apoyo real lleguen antes de que el goteo de cierres se convierta en una hemorragia irreversible.