guía completa, riesgos, IoT y consejos
Estamos acostumbrado a hacer un uso muy curioso de las nuevas tecnologías. En general, las utilizamos con el fin de ordenar la información, o de gestionar pequeños, medianos y grandes volúmenes de datos, según el fin al que esté destinado. No obstante, nos hemos acostumbrado a utilizar las distintas herramientas con Internet.
Entonces, ¿qué sucede si no hay Internet? Es posible que, en alguna ocasión, tengamos que quedarnos sin conexión a la red de redes. Está claro que en estos momentos la utilidad se verá limitada, aunque es algo que podemos arreglar, en cierta manera. En primer lugar, tengamos claros que los ordenadores, los teléfonos móviles y las tablets son muy usables, aunque no tengan conexión a Internet.
No obstante, hay ciertos casos en los que el uso de Internet se torna indispensable, por lo que no estaría mal que lleváramos a cabo algunas medidas, por si nos quedamos sin conexión. Por ejemplo, podemos guardar documentos, trámites, páginas web, o incluso música que podamos utilizar cuando consideremos necesario.
Por supuesto, debemos tener en cuenta que las herramientas informáticas tienen una amplia variedad de usos, dependiendo de lo que tengamos que hacer. Mientras que algunos las usan para su vida personal, otros las utilizan para trabajar. Todo depende de lo que tenga que ver.
En definitiva, las nuevas tecnologías sirven para muchas cosas, por lo que seremos nosotros los encargados de darle un uso útil. También deberíamos tener en cuenta algunos aspectos con el fin de que, en el caso de que nos quedemos sin Internet, nuestro rendimiento no se vea interrumpido.
Más información – Limitando las nuevas tecnologías
Foto – FlickR.
Contenido
Pros y contras del uso intensivo de Internet
Las tecnologías conectadas facilitan la comunicación inmediata, el acceso a múltiples fuentes de información y nuevas formas de expresión. Al mismo tiempo, una exposición constante puede fomentar hábitos poco saludables, dependencia y pérdida de privacidad.
Entre personas jóvenes, el contacto social se produce cada vez más a través de aplicaciones, con decisiones compartidas previamente en línea. Esta hiperconectividad puede normalizar la falta de privacidad y transformar la forma de vivir experiencias.
Las redes sociales y la mensajería instantánea aportan agilidad para coordinar grupos y mantener vínculos, pero también pueden propiciar conductas de control (revisar si alguien está en línea, contabilizar “me gusta” de manera obsesiva) que afectan al bienestar emocional.
IoT y seis tecnologías que lo potencian
El Internet de las Cosas (IoT) conecta objetos cotidianos para que generen y compartan datos. Su utilidad se dispara cuando se combina con tecnologías clave:
Big Data: permite procesar volúmenes masivos de señales procedentes de miles de sensores y tomar decisiones automáticas o asistidas que optimizan servicios.
Inteligencia Artificial: dota de sentido a los datos y coordina multitud de dispositivos; técnicas como el aprendizaje profundo mejoran el reconocimiento de patrones y la toma de decisiones en tiempo real.
Blockchain: ayuda a reforzar la seguridad y la autenticación en ecosistemas con muchos puntos de acceso; la identidad digital de dispositivos limita el intercambio de datos a lo estrictamente necesario.
Cloud y Edge/Fog Computing: la nube centraliza la gestión de sistemas heterogéneos, mientras el Edge acerca el cálculo al dispositivo para reducir latencia y mejorar la autonomía (vehículos, ciudades y hogares inteligentes).
Realidad Aumentada: superpone datos accionables sobre el entorno, útil para mantenimiento, logística o formación operativa.
5G y Mobile IoT: la baja latencia y la mayor capacidad de conexión habilitan casos críticos como la conducción conectada y servicios urbanos con millones de nodos.
En salud, soluciones basadas en IA ayudan a diagnosticar, priorizar y personalizar tratamientos. En educación, los entornos virtuales amplían el acceso y la colaboración. En la administración, blockchain e IA mejoran la trazabilidad y reducen trámites.
Pese a los beneficios, la brecha digital persiste por carencias de infraestructura, habilidades o interés, afectando especialmente a mujeres, personas mayores, con discapacidad, minorías y poblaciones rurales.
Uso responsable, adicción y señales de alerta
La adicción a Internet se caracteriza por tolerancia (cada vez más tiempo para obtener la misma satisfacción), dependencia y posibles síntomas de abstinencia como ansiedad o irritabilidad si no se puede conectar.
El atractivo de la red reside en la respuesta inmediata y la interactividad; su abuso puede derivar en aislamiento, problemas de autoestima y dificultades de control.
Guía para familias y educadores: ADN y 3C
ADN del uso: Abusivo, Normal y Delictivo. El uso abusivo puede acarrear trastornos físicos (posturales, visuales) y psicológicos (aislamiento, dependencia). El delictivo incluye conductas que vulneran la ley (difamación, violación de la privacidad al publicar imágenes sin permiso).
En el uso normal, conviene considerar las 3C: Contenido (exposición a material dañino), Contacto (riesgo de acoso, grooming o ciberbullying) y Comercio (posibles estafas en compras y subastas).
Medidas prácticas: limitar tiempos y establecer franjas horarias; fomentar relaciones presenciales; potenciar lectura y actividades culturales; promover deporte y trabajo en equipo; impulsar el diálogo familiar; situar el ordenador en un espacio común; acompañar a los menores, usar filtros parentales, evitar webcam en edades tempranas y mantener antivirus/antimalware al día.
Trabajo, productividad y equilibrio
Herramientas como el correo o la mensajería permiten resolver en minutos gestiones que antes requerían días, elevando productividad. A la vez, la hiperdisponibilidad incrementa la carga y la percepción de demanda, con riesgo de estrés.
Establecer límites de desconexión, priorizar tareas y desactivar notificaciones no críticas ayuda a sostener el bienestar sin renunciar a la eficiencia.
Hábitos de uso y regulación
La mensajería instantánea suele ser la actividad más frecuente en la mayoría de grupos de edad; el uso general tiende a ser mayor en jóvenes y desciende según avanza la edad, con brechas de género que varían por contexto.
Amplios segmentos de la población consideran necesaria una regulación específica del entorno digital, con corresponsabilidad de empresas tecnológicas y administraciones públicas para promover seguridad, bienestar y alfabetización.
Adoptar una visión equilibrada —potenciando beneficios, previniendo riesgos y desarrollando competencias digitales— es la mejor garantía para aprovechar Internet y las nuevas tecnologías de forma segura, productiva y saludable.