erotismo, entretenimiento y domesticación de la humanidad » Enrique Dans
OpenAI ha anunciado que, a partir de diciembre, ChatGPT permitirá la generación de contenido erótico para usuarios adultos verificados. Al mismo tiempo, xAI de Elon Musk ha lanzado Grok Imagine, un sistema de generación de imágenes que ya incluye un modo NSFW para producir imágenes explícitas.
Nada de esto debería sorprender a nadie. El deseo, la fantasía y la pornografía siempre han sido poderosos motores de la adopción tecnológica. La fotografía, el vídeo, internet e incluso los pagos online crecieron, en gran medida, gracias a ello. La pregunta interesante no es sobre sexo: se trata de lo que estas decisiones revelan sobre el tipo de humanidad que las grandes tecnológicas están pretendiendo moldear.
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El deseo como servicio gestionado
No se trata de mojigatería ni pánico. La sexualidad, por supuesto, encontrará sus expresiones digitales. Lo inquietante no es la presencia del erotismo en la tecnología, sino su gestión industrializada.
La diferencia entre el erotismo y el consumo algorítmico es la misma que entre la experiencia y la dopamina: uno se construye a través de la relación, el otro se dosifica desde fuera. Al integrar la sexualidad en grandes modelos lingüísticos y generadores visuales, las plataformas no liberan el deseo: lo administran. Deciden qué fantasías son «aceptables», qué cuerpos existen y cuáles no, qué límites merece la imaginación y cuáles se censuran preventivamente. La promesa es libertad; el resultado, la regulación del placer.
De la exploración a la domesticación
Cuando la excitación, la ternura y la curiosidad se intermedian a través de una interfaz, nuestra relación con nuestro cuerpo y con los demás cambia. Esto no es moralina: es arquitectura comportamental.
Los algoritmos aprenden lo que nos atrae, lo replican, lo refuerzan y lo convierten en dependencia. Los usuarios dejan de explorar el deseo; lo repiten. Y la repetición, segura, cómoda y sin riesgos, se convierte en una forma de domesticación.
No hay necesidad de manipular a las personas con ideología cuando se las puede condicionar con placer. La estimulación constante es una forma de control mucho más efectiva que la censura.
Un nuevo vector de captura
No es casualidad que esta expansión llegue justo cuando los grandes modelos lingüísticos están empezando a madurar y las corporaciones compiten por mantener a los usuarios dentro de sus ecosistemas cerrados.
El sexo, en este contexto, se convierte en otro vector más de captación de atención, en una forma de profundizar el vínculo emocional entre humanos y máquinas: el objetivo ya no es que la inteligencia artificial responda, sino que acompañe, emocione, calme y reemplace. La fantasía no es compañía: es contención. Una pareja artificial diseñada para nunca desafiar, nunca rechazar, nunca sentir.
Esto no es liberación tecnológica. Es la automatización de la comodidad.
Del entretenimiento a la gestión del deseo
Como dije hace un par de semanas, ya hemos pasado por esto. Desde las redes sociales hasta los videojuegos, el entretenimiento digital siempre ha seguido la misma lógica de estimulación permanente. Lo que cambia ahora es el terreno: ya no se trata del tiempo libre, sino del deseo mismo, ese núcleo donde se encuentran la emoción y la biología.
Convertir el deseo en un servicio gestionado por algoritmos es el paso definitivo hacia una humanidad dócil, una en la que hasta la intimidad se convierte en una suscripción.
Sexo digital frente a sexo algorítmico
No se trata de moralizar sobre la pornografía: se trata de comprender lo que significa ceder el control de la imaginación erótica, una de las fuerzas creativas más poderosas de la humanidad, a sistemas cerrados que no explican cómo aprenden, qué filtran ni a quién sirven.
El problema no es el sexo digital. Es el sexo algorítmico. No es placer, sino control.
Una vez que estos sistemas aprenden a medir, ajustar y estimular el deseo, el libre albedrío se convierte en un parámetro de optimización más.
La nueva anestesia
Tras esta aparente liberalización de contenidos se esconde una estrategia más sencilla y eficaz: mantenernos ocupados, satisfechos y distraídos. No adoctrinados: anestesiados.
Una especie de ganado emocional, alimentado por impulsos diseñados en servidores remotos. Ovejas algorítmicas: artificialmente felices, productivas e incapaces de distinguir entre el deseo genuino y el estímulo fabricado.
(This article was previously published on Fast Company)
