el mundo pierde una pieza clave en la lucha contra el VIH
El cierre de ONUSIDA a finales de 2026, anunciado en un documento reciente de la ONU, ha generado alarma en el ámbito internacional de la salud pública. La propuesta forma parte de un plan de reestructuración de la organización frente a una crisis de financiamiento que amenaza la continuidad de los programas de lucha contra el VIH/SIDA. La decisión, todavía en manos de los Estados miembros, implicaría integrar la experiencia de ONUSIDA en un sistema más amplio de la ONU, diluyendo el enfoque especializado de la agencia.
El momento elegido para esta medida resulta particularmente crítico, pues los recortes de la ayuda exterior de países clave, como Estados Unidos, han afectado gravemente a las agencias humanitarias. Según Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA, la rápida disminución de financiación “está costando vidas, seamos claros al respecto”. La posible desaparición de la agencia representa un riesgo directo para millones de personas, especialmente en regiones donde la epidemia sigue en aumento, y donde ONUSIDA ha sido clave para garantizar el acceso a medicamentos y servicios de prevención.
Contenido
Los impactos humanos del cierre de ONUSIDA
El cierre de ONUSIDA tendría consecuencias devastadoras, especialmente en países de Europa Oriental y Asia Central, donde las nuevas infecciones por VIH han aumentado un 48 % y las muertes relacionadas con sida un 32 % en la última década, según datos de la Asociación Euroasiática para la Reducción de Daños. Poblaciones marginadas, como trabajadoras sexuales, hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y personas que se inyectan drogas, serían las más afectadas.
Ganna Dovbakh, directora ejecutiva de la asociación, señala que ONUSIDA ha desempeñado un papel diplomático único, capaz de dialogar con ministros y proteger a poblaciones vulnerables. Sin la agencia, advierte, “existe un gran riesgo de que los países ignoren las necesidades de las personas que viven con el VIH”. La ausencia de esta coordinación podría revertir décadas de avances en prevención, tratamiento y monitoreo epidemiológico.
En África, el continente más afectado por el VIH, ONUSIDA proporciona datos esenciales que permiten identificar zonas de alta incidencia y diseñar intervenciones precisas. Actualmente, el 67 % de los 40,8 millones de personas con VIH viven en la región, y la falta de información detallada podría obstaculizar programas de eliminación de la transmisión de madre a hijo y otros esfuerzos de salud pública.
La retirada abrupta de ONUSIDA amenaza también la capacidad de responder a emergencias, como la suspensión de ayuda exterior. Angeli Achrekar, subdirectora ejecutiva de la rama programática de ONUSIDA, afirma que esta medida sería “un clavo en el ataúd de la respuesta al VIH”, especialmente cuando se reduce la financiación internacional.

Visibilidad, medición e investigación: los otros afectados
ONUSIDA no solo coordina programas de prevención y tratamiento; también recopila datos poblacionales de alta calidad esenciales para la toma de decisiones. Sin esta información, los gobiernos y científicos tendrían dificultades para identificar áreas prioritarias y medir el impacto de las intervenciones. Kenneth Ngure, presidente electo de la Sociedad Internacional del SIDA, destaca que “ONUSIDA muestra la epidemia para que todos la vean y actúen”.
El cierre afectaría directamente la implementación de innovaciones médicas recientes, como el lenacapavir, un medicamento inyectable de acción prolongada con eficacia cercana al 100 % para bloquear la transmisión viral. Sin los datos de ONUSIDA que guíen la distribución equitativa, la nueva terapia podría no llegar a las poblaciones de alto riesgo que más lo necesitan.
Asimismo, la agencia facilita comparaciones entre países y regiones, permitiendo evaluar qué estrategias funcionan y dónde se requiere intensificar los esfuerzos. Sin esta perspectiva global, los programas locales podrían fragmentarse y perder efectividad, especialmente en contextos donde el VIH se concentra en comunidades marginadas.
Nomathemba Chandiwana, médica y científica de la Fundación de Salud Desmond Tutu, advierte que la eliminación de ONUSIDA dificultaría cumplir objetivos de salud pública esenciales, como la eliminación de la transmisión de VIH de madre a hijo, y podría relegar la epidemia frente a otras prioridades políticas y sanitarias.

Respuesta de la ONU y medidas de mitigación
La ONU ha explicado que la propuesta busca racionalizar su estructura y reducir costos, incluyendo la reducción de la plantilla de ONUSIDA de 600 a 300 personas. Según documentos internos, la agencia podría integrarse en el sistema más amplio de la ONU en 2027, preservando parte de su experiencia.
Sin embargo, líderes de la salud pública critican la medida como apresurada y riesgosa. Achrekar señala que, con los recortes de financiación de Estados Unidos y otros donantes, “la respuesta al sida podría volver a estallar”. La preocupación se centra en que los servicios esenciales podrían interrumpirse antes de que se establezcan mecanismos de reemplazo.
La ONU también ha planteado iniciativas para proteger la continuidad de los programas, incluyendo la coordinación de donantes y la supervisión de la transición de fondos nacionales e internacionales. No obstante, expertos como Dovbakh advierten que estas medidas no reemplazan el papel de diplomacia, monitoreo y defensa de derechos que ONUSIDA ha desempeñado durante décadas.
Mitchell Warren, director ejecutivo de la Coalición para la Promoción de la Vacuna contra el SIDA, subraya la ironía de cerrar la agencia en un momento de avances científicos. “Tenemos oportunidades increíbles y deberíamos centrarnos más en ellas que en las organizaciones que nos esperan en los próximos años”, afirma, señalando que la ausencia de ONUSIDA podría limitar la implementación efectiva de estas innovaciones.

Riesgos globales de perder la agencia
El cierre de ONUSIDA representa un riesgo no solo para regiones específicas, sino para la coordinación global en la lucha contra el VIH. Sin un organismo centralizado, se corre el peligro de fragmentar esfuerzos, duplicar recursos y perder la capacidad de respuesta ante brotes repentinos.
En Asia Central, por ejemplo, Dovbakh advierte que el seguimiento del VIH en poblaciones criminalizadas podría volverse casi imposible, replicando situaciones similares a la de Rusia, donde la epidemia permanece concentrada en comunidades marginadas sin vigilancia efectiva.
La pérdida de datos precisos y la disminución de la financiación internacional también podrían desincentivar a las compañías farmacéuticas y donantes privados a invertir en tratamientos y vacunas para las poblaciones más vulnerables. Esto afectaría la equidad en el acceso a medicamentos esenciales, un objetivo crítico en la agenda de salud global.
Finalmente, Chandiwana recuerda que la consolidación de ONUSIDA en otras agencias podría diluir su efectividad:
“Si lo concentras todo en una gran organización, te darás cuenta de que, en realidad, se diluye lo que se puede hacer”.
El cierre de ONUSIDA no es una opción
La posible desaparición de ONUSIDA en 2026 plantea riesgos humanitarios, científicos y estratégicos de enorme magnitud. La agencia no solo coordina programas de prevención y tratamiento, sino que también protege a poblaciones vulnerables y proporciona datos críticos que permiten tomar decisiones informadas a nivel global. Su cierre significaría un retroceso peligroso en la lucha contra una epidemia que sigue afectando a millones de personas.
Garantizar la continuidad de ONUSIDA o, al menos, de sus funciones clave, es esencial para evitar pérdidas de vidas y retrocesos en los avances logrados durante décadas. La comunidad internacional, los Estados miembros de la ONU y los donantes deben reconocer que absorber o eliminar esta agencia no es un ahorro inocuo, sino un riesgo que podría tener consecuencias irreversibles en la salud pública mundial.