Calor extremo sofoca principales ciudades del mundo: aumenta 25%

Publicado por Emprendimiento en

El planeta está enviando señales claras y alarmantes: las olas de calor en principales ciudades del mundo ya no son eventos excepcionales, sino una realidad cada vez más frecuente. Un análisis internacional reveló que las capitales más pobladas enfrentan un 25 % más de días con temperaturas extremas que en la década de 1990. Esta tendencia amenaza la salud, la seguridad y la calidad de vida de millones de personas.

De acuerdo con The Guardian, desde Washington D. C. hasta Pekín, pasando por Madrid y Tokio, el aumento de temperaturas mayores a los 35 °C es consistente y sostenido. El estudio del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED) advierte que, sin medidas urgentes, los impactos recaerán sobre todo en los sectores más vulnerables de la población urbana. El calor en principales ciudades ya no es un tema climático aislado: se trata de una cuestión de responsabilidad social y de justicia ambiental.

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Calor en principales ciudades: una tendencia que no se detiene

El IIED documentó que el promedio de días con más de 35 °C en 43 capitales pasó de 1062 al año en la década de 1990 a 1335 entre 2015 y 2024. En Roma y Pekín, el número de días se duplicó, mientras que en Manila se triplicó. Madrid, por ejemplo, pasó de 25 a 47 días de calor extremo al año, y Londres, que solía ser fresco, duplicó sus días por encima de 30 °C.

Estos datos reflejan cómo la crisis climática altera patrones históricos de temperatura y obliga a repensar la planificación urbana. No se trata solo de soportar más calor, sino de los efectos acumulados: desde la saturación de servicios de salud hasta el deterioro de viviendas sin aislamiento adecuado.

calor en principales ciudades

El costo humano del calor en principales ciudades

El calentamiento global, alimentado por la quema de combustibles fósiles, incrementa la intensidad y frecuencia de las olas de calor. Millones de muertes prematuras en las últimas tres décadas se atribuyen a este fenómeno, especialmente entre personas mayores y comunidades en barrios marginados. El llamado “efecto isla de calor urbano” amplifica aún más el riesgo.

La investigadora Anna Walnycki advierte que los gobiernos no reaccionan a la velocidad que exige la crisis. La falta de adaptación significa condenar a millones a condiciones de vida insostenibles. La desigualdad se vuelve evidente: quienes más sufren son quienes menos capacidad tienen de protegerse.

Latigazo climático y vulnerabilidad social

Además del aumento de calor, varias ciudades experimentan lo que expertos llaman “latigazo climático”: transiciones bruscas entre climas extremadamente húmedos y secos. Esto complica aún más la vida en zonas urbanas, afectando agua potable, energía y productividad laboral.

En ciudades del sur global, donde un tercio de la población vive en asentamientos informales, las viviendas mal ventiladas y sin aislamiento intensifican los riesgos.

El calor en principales ciudades es un detonador de desigualdades, porque multiplica los efectos de pobreza, salud precaria y falta de infraestructura básica.

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Soluciones que pueden marcar la diferencia

A pesar del panorama preocupante, existen alternativas claras. Iniciativas como The Heat is On, del Centro Global de Adaptación (GCA), impulsan soluciones que van desde centros de enfriamiento y áreas de sombra hasta sistemas de alerta temprana. Macky Sall, expresidente de Senegal, lo resume bien: el calor extremo no es un riesgo futuro, es una amenaza presente que requiere inversiones inmediatas.

En paralelo, expertos recomiendan medidas urbanas como mejorar el aislamiento de edificios, rediseñar horarios laborales y crear planes integrales contra el calor. No basta con aire acondicionado; se necesita una transformación estructural que proteja a las poblaciones más vulnerables y reduzca la dependencia de combustibles fósiles.

El aumento del 25 % de los días de calor extremo en las últimas tres décadas refleja una nueva normalidad climática.

Este desafío global exige acción conjunta de gobiernos, empresas y sociedad civil, ya que las consecuencias no solo se traducen en cifras de temperatura, sino en vidas humanas y desigualdades sociales más profundas.

Asumir la responsabilidad implica acelerar la transición energética, fortalecer la resiliencia urbana y garantizar justicia climática. El calor en principales ciudades no distingue fronteras, pero sus impactos son más devastadores en las comunidades con menos recursos. La pregunta ya no es si debemos actuar, sino qué tan rápido podemos hacerlo para evitar un futuro insostenible.

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