cada vez más letales y difíciles de detener
En las últimas décadas, el mundo ha sido testigo de un fenómeno cada vez más alarmante: los incendios forestales ya no son solo eventos estacionales, sino auténticas catástrofes humanas y económicas. Lo ocurrido en Chile, California, Portugal y Grecia ha puesto de relieve que los incendios no conocen fronteras, y que sus consecuencias van mucho más allá de la pérdida de ecosistemas. Las cifras de muertes y los costos multimillonarios se han vuelto un lenguaje común que refleja la magnitud de esta crisis.
De acuerdo con The Guardian, un reciente estudio publicado en la revista Science confirma lo que muchos científicos intuían: los incendios forestales “socialmente desastrosos” han aumentado drásticamente en los últimos años, impulsados por el cambio climático. La combinación de temperaturas extremas, sequías prolongadas y asentamientos humanos cercanos a bosques ha creado un escenario perfecto para el desastre. Estamos frente a una realidad que exige acción inmediata, tanto desde el ámbito gubernamental como desde la responsabilidad social y ciudadana.
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La evolución de los incendios forestales: cifras que estremecen
De los 200 incendios más costosos registrados entre 1980 y 2023, casi la mitad ocurrieron en la última década. Esto significa que, en menos de 10 años, la humanidad ha enfrentado incendios con pérdidas económicas superiores a los mil millones de dólares con una frecuencia inédita. En California, por ejemplo, el incendio de 2018 destruyó 18.000 edificios y generó pérdidas de 16.000 millones de dólares, un hecho que sigue resonando en la memoria colectiva.
Más allá de los números, lo que preocupa es la aceleración de esta tendencia. La evolución de los incendios forestales muestra que, en solo 44 años, la frecuencia de eventos que dejaron 10 o más muertes se triplicó, mientras que la población mundial apenas se duplicó. Es decir, los incendios se volvieron más letales en un periodo relativamente corto, y no solo por la extensión del fuego, sino por las condiciones climáticas extremas que los hacen imposibles de contener.
El costo humano y económico de los incendios es devastador. En Chile, más de 130 personas perdieron la vida en 2024, mientras que en Valparaíso los daños fueron tan extensos que marcaron un antes y un después en la gestión de emergencias. Estas tragedias se repiten en Australia, Argelia o Portugal, generando no solo pérdidas materiales, sino también crisis de salud pública, desplazamiento de comunidades y contaminación atmosférica con efectos a largo plazo.

El estudio advierte que la evolución de los incendios forestales está directamente vinculada a un modelo de desarrollo que no ha considerado suficientemente los riesgos climáticos. Aun con un aumento significativo en los presupuestos destinados a la extinción, los gobiernos no han logrado revertir la tendencia. El gasto, por sí solo, no compensa la raíz del problema: el cambio climático y la falta de prevención en las comunidades más expuestas.
Una regularidad perturbadora: incendios cada vez más frecuentes
Si en 2016 no se encontraban tendencias claras, hoy el panorama es muy diferente. Desde entonces, el planeta ha sufrido incendios de gran magnitud con una regularidad inquietante. Los investigadores sostienen que estamos frente a un cambio estructural en la manera en que los incendios impactan a la sociedad, un fenómeno que ya no puede ser considerado “excepcional”.
Este patrón obliga a repensar cómo se construyen las ciudades, cómo se gestiona el suelo y cómo se preparan las comunidades para convivir con un riesgo permanente. La evolución de los incendios forestales no es un concepto abstracto: es la materialización de un sistema en crisis donde cada verano parece más largo, más caliente y más peligroso.
Hacia una hoja de ruta preventiva
El hallazgo más relevante del estudio es que ya existen métodos capaces de predecir las áreas más vulnerables a futuros incendios. Un 10% de la superficie terrestre combina condiciones críticas de riesgo y presencia humana, lo que significa que los próximos desastres no son una incógnita, sino una certeza geográfica. Los incendios en Los Ángeles y Valparaíso, ocurridos después del análisis, validan la eficacia de estos modelos predictivos.
La clave ahora está en cómo se gestionará esa información. Para quienes trabajamos en responsabilidad social, el reto no solo recae en los gobiernos, sino también en las empresas, comunidades y ciudadanía. Reducir emisiones de gases de efecto invernadero, gestionar adecuadamente los bosques y crear conciencia colectiva sobre la prevención son pasos ineludibles para mitigar una crisis que se expande.
El panorama que nos deja este estudio es claro: el cambio climático ha transformado los incendios forestales en una amenaza global con un costo humano y económico creciente. La evolución de los incendios forestales revela que ya no hablamos de fenómenos naturales aislados, sino de una problemática estructural que golpea con fuerza desigual, afectando sobre todo a quienes viven en condiciones más vulnerables.

Frente a esta realidad, no basta con reaccionar ante la emergencia. Es necesario replantear la relación entre sociedad y naturaleza, asumir que la prevención es parte de la responsabilidad colectiva y exigir políticas climáticas más ambiciosas. Los incendios forestales seguirán ocurriendo, pero nuestra capacidad de anticiparnos y reducir su impacto marcará la diferencia entre un futuro sostenible y uno dominado por el fuego.