Europa quiere pasar del papel al código » Enrique Dans
Mi columna de esta semana en Invertia se titula «Europa quiere aplicar la inteligencia artificial, no solo regularla» (pdf), y trata sobre el nuevo programa comunitario «Apply AI«, una iniciativa dotada con mil millones de euros destinada a acelerar la adopción real de la inteligencia artificial en sectores clave de la economía europea.
Durante años, la Unión Europea ha sido el epicentro de la regulación tecnológica mundial, desde el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) hasta la reciente AI Act, consolidando una reputación de liderazgo ético pero también de lentitud en la aplicación práctica. Ahora, con «Apply AI», parece que Bruselas intenta pasar de las normas a los resultados.
El programa, anunciado oficialmente la semana pasada, busca impulsar la inteligencia artificial en industrias estratégicas como la salud, la energía, la automoción, la manufactura o la agricultura. Los fondos, procedentes de aportaciones públicas y privadas, servirán para desarrollar modelos fundacionales entrenados en infraestructuras europeas, fomentar el intercambio de datos industriales y apoyar a las empresas que quieran incorporar inteligencia artificial en sus procesos sin depender de proveedores externos. En palabras de los responsables de la Comisión, el objetivo es «convertir la ética en ventaja competitiva», demostrando que la innovación y los valores pueden convivir.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha subrayado además la importancia de aplicar la inteligencia artificial en el sector automovilístico, un área donde Europa sigue teniendo un gran peso industrial y una significativa experiencia tecnológica. Las aplicaciones van desde la conducción autónoma hasta la gestión inteligente del tráfico y la eficiencia energética. En paralelo, proyectos como el presentado por SiPearl, el primer procesador europeo de uso dual con ochenta núcleos, muestran que el continente empieza también a reducir su dependencia en el terreno del hardware, un paso esencial para cualquier estrategia de soberanía digital.
El giro de Bruselas es notable. Hasta ahora, la conversación sobre inteligencia artificial en Europa se centraba en los riesgos: los sesgos, la privacidad, el desempleo, la desinformación… todos ellos temas importantes, pero que dejan de lado la dimensión económica. «Apply AI» parece un intento de equilibrar esa visión, planteando la inteligencia artificial no como una amenaza que hay que contener, sino como una herramienta que hay que dominar y aplicar. El cambio semántico es revelador: ya no se trata de «regular la IA», sino de «usar la IA».
El desafío, en cualquier caso, es monumental. Europa tiene una larga lista de programas bien intencionados que se han terminado perdiendo en la maraña burocrática o se han fragmentado en proyectos pequeños y redundantes. Si «Apply AI» quiere tener algo de impacto, necesitará escala, agilidad y una ejecución mucho menos reglamentista. Los fondos deben llegar a las empresas, especialmente a las PYMEs, sin el peso habitual de los trámites y con una orientación clara hacia resultados medibles. La innovación necesita velocidad, no formularios.
Aun así, el cambio de dirección es prometedor. Por primera vez, la Unión Europea parece dispuesta a complementar su liderazgo regulatorio con una apuesta real por la implementación. La estrategia no renuncia a valores europeos como la transparencia, la ética o la sostenibilidad, pero los combina con una visión de futuro que reconoce que únicamente regular no es suficiente. Para proteger los valores europeos, hay que competir en igualdad de condiciones, y eso exige crear, invertir y aplicar.
Europa lleva tiempo hablando de soberanía digital. «Apply AI» puede ser el primer paso para hacerla tangible: pasar del papel al código, de las normas al producto, y de la prevención a la acción. Si Bruselas cumple lo que promete, el continente podría empezar a ser conocido no solo por escribir las reglas del juego, sino también por jugarlo.