las condiciones de los humanos que entrenan la IA de Google
En los últimos años, los modelos de inteligencia artificial (IA) se han convertido en parte integral de nuestra vida digital, respondiendo preguntas, generando contenido y ofreciendo recomendaciones en tiempo real. Sin embargo, detrás de esta aparente magia tecnológica existe una fuerza laboral poco visible: los humanos que entrenan la IA, responsables de revisar, corregir y filtrar millones de respuestas antes de que lleguen a los usuarios. Sin su trabajo, los productos de empresas como Google serían poco confiables e incluso peligrosos.
De acuerdo con información de The Guardian, estos trabajadores enfrentan desafíos que van desde la exposición constante a contenido perturbador hasta plazos de entrega cada vez más estrictos. Muchos de ellos aseguran que las condiciones laborales no corresponden al nivel de responsabilidad que cargan sobre sus hombros.
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Humanos que entrenan la IA: una fuerza invisible pero esencial
Los evaluadores de productos de Google, como Rachael Sawyer, fueron contratados con títulos ambiguos que no anticipaban la verdadera naturaleza de su trabajo:
“Me impactó que mi trabajo implicara trabajar con contenido tan inquietante. No solo porque no me avisaron ni me pidieron que firmara ningún formulario de consentimiento durante la incorporación, sino porque ni el título ni la descripción del puesto mencionaban la moderación de contenido”.
Así, lo que empezó como un empleo de creación de contenido se transformó rápidamente en una tarea de moderación, revisión y calificación de resultados generados por Gemini y otros sistemas de GoogleMiles de humanos que entrenan la IA corrigen errores, señalan sesgos y aseguran que los chatbots no emitan respuestas dañinas.

A pesar de su relevancia, estos trabajadores permanecen en la sombra, con poca visibilidad pública. Contratados a través de empresas como GlobalLogic, reciben salarios bajos en comparación con los ingenieros que desarrollan los modelos, aunque superiores a los de los anotadores de datos en países de renta baja. Su labor es crítica, ya que sin ellos, los modelos podrían producir desinformación masiva o replicar discursos de odio sin control. No obstante, su importancia en el adecuado funcionamiento de esta tecnología que está cambiando al mundo no es reconocida, ni mucho menos gratificada justamente, tal como lo expresó Adio Dinika, investigador del Instituto de Investigación de IA Distribuida con sede en Bremen, Alemania:
“La IA no es magia; es una estafa piramidal de trabajo humano. Estos evaluadores son el escalón intermedio: invisibles, esenciales y prescindibles”.
Estos evaluadores están divididos en categorías, desde generalistas hasta “superevaluadores” con conocimientos especializados en medicina, física o finanzas. Sin embargo, independientemente de su formación, todos enfrentan cargas de trabajo intensas. Plazos cada vez más reducidos y objetivos de productividad estrictos generan una presión psicológica que en muchos casos termina en ansiedad y agotamiento emocional.
La paradoja es clara: mientras la industria presume avances en IA generativa, descuida a las personas que permiten que esta tecnología sea funcional y segura. La falta de transparencia sobre su rol profundiza la sensación de ser desechables, como lo señalan varios trabajadores entrevistados.

Presión laboral y salud mental en riesgo
El trabajo de estos moderadores implica interactuar con contenido perturbador: violencia gráfica, discurso de odio y material sexualmente explícito. Lo que inicialmente era un porcentaje pequeño de su carga se convierte, con el tiempo, en su actividad principal. Para Sawyer y otros trabajadores, la exposición constante sin apoyo psicológico ha derivado en ataques de pánico y espirales de ansiedad.
El volumen de tareas es elevado. Cada pieza debe analizarse en lapsos de 10 a 15 minutos, lo que deja poco espacio para pausas o para procesar emocionalmente el contenido revisado. Esto compromete no solo su bienestar, sino también la calidad del producto final: las prisas pueden llevar a que se pasen por alto errores graves.
A esta presión se suma la inestabilidad laboral. GlobalLogic y otras empresas han implementado despidos recurrentes, reduciendo equipos y sobrecargando a los que permanecen. La inseguridad que esto genera añade una capa extra de estrés y desmotivación entre quienes sienten que su trabajo no es valorado.
Desde una perspectiva de responsabilidad social, las condiciones actuales plantean un dilema ético para las grandes tecnológicas. Si las organizaciones priorizan la velocidad de desarrollo sobre el bienestar de los humanos que entrenan la IA, el resultado podría ser una tecnología menos segura y más propensa a reproducir sesgos y errores.
Falta de transparencia y capacitación insuficiente
Uno de los mayores problemas reportados es la escasa información que reciben los evaluadores sobre el propósito de su trabajo. Muchos desconocen cómo se usan sus calificaciones y cómo influyen en los modelos finales. Esta opacidad dificulta tomar decisiones consistentes y genera frustración.
La capacitación inicial suele ser breve y superficial. Algunos trabajadores apenas reciben una semana de entrenamiento antes de enfrentarse a tareas complejas que incluyen revisar respuestas sobre salud, finanzas o astrofísica. En algunos casos, se les prohíbe rechazar indicaciones por falta de conocimiento, lo que incrementa el riesgo de errores.

Además, las directrices cambian con frecuencia, a veces de un día para otro. Esto obliga a los evaluadores a adaptarse rápidamente sin contar con procesos claros de retroalimentación o espacios para resolver dudas. Como resultado, muchos cuestionan la fiabilidad de los productos que ayudan a construir.
La falta de protocolos sólidos de apoyo psicológico y de comunicación interna crea un ambiente laboral frágil. Para que los humanos que entrenan la IA puedan hacer su trabajo de manera ética y efectiva, necesitan herramientas claras, estabilidad y respaldo por parte de las empresas que se benefician de su labor.
Ética vs. velocidad en el desarrollo de la IA
El testimonio de los evaluadores revela una tensión entre la promesa de seguridad y la presión por competir en el mercado. Tras incidentes públicos, como las respuestas erróneas de AI Overviews, las empresas suelen priorizar mejoras rápidas antes que procesos de seguridad sostenidos.
Las directrices internas que flexibilizan la moderación de discursos de odio y contenido sensible son un ejemplo de cómo la ética puede verse comprometida para acelerar el despliegue de productos. Esto deja a los moderadores en una posición complicada: deben cumplir órdenes que a veces contradicen sus propios principios.
Expertos como Adio Dinika señalan que la seguridad de la IA se mantiene solo hasta que amenaza las ganancias. Cuando el objetivo principal es superar a la competencia, los sistemas se lanzan incluso si no están totalmente listos, dejando a los trabajadores humanos la tarea de corregir los errores sobre la marcha.
Este enfoque reactivo no solo compromete la calidad de la IA, sino que también incrementa el desgaste emocional de los evaluadores, quienes sienten que limpian el desastre de sistemas inacabados. Para un futuro más ético, es necesario que las empresas den tiempo y recursos suficientes para una moderación profunda y responsable.

Responsabilidad corporativa y derechos laborales
El auge de la IA plantea preguntas urgentes sobre la protección de los derechos laborales de quienes participan en su desarrollo. La cadena de suministro de datos debe incluir estándares claros para la contratación, pago justo y apoyo emocional de los evaluadores.
Las empresas tecnológicas, incluyendo Google, tienen la oportunidad de liderar con el ejemplo implementando políticas de transparencia y programas de salud mental específicos para estos trabajadores. La ética empresarial no puede limitarse a las declaraciones públicas; debe reflejarse en el trato diario a los equipos.
También es fundamental establecer métricas de calidad que valoren el bienestar de los moderadores tanto como la eficiencia de los modelos. Un trabajador exhausto o mal capacitado puede introducir sesgos que comprometan la seguridad del producto.
Desde el enfoque de la responsabilidad social corporativa, invertir en mejores condiciones laborales para los humanos que entrenan la IA es una medida estratégica: no solo mejora la reputación de la empresa, sino que asegura que los productos sean más confiables y seguros para el público.
La ética empieza en el trabajo invisible
El desarrollo de modelos de inteligencia artificial depende en gran medida de una fuerza laboral invisible que realiza tareas esenciales pero poco reconocidas. Garantizar su bienestar no es solo una obligación moral, sino una inversión en la calidad y seguridad de los productos que llegan a miles de millones de usuarios.
Si la industria de la IA quiere ser verdaderamente transformadora, debe priorizar condiciones laborales dignas, capacitación continua y apoyo psicológico para estos trabajadores. Proteger a los humanos que entrenan la IA es proteger la confiabilidad de la tecnología que usamos todos los días.